"De la sala de clase a la escuela bosque"

Columna de opinión


Columna de opinión. Por Jimena Mayorga, educadora en la Escuela Bosque Waiwén (Matanzas, Chile).

“Luego de más de diez años de experiencia como Educadora en colegios privados en Chile, experimenté, en gran parte, una educación “tradicional”. Una educación que principalmente tiene como objetivo formar personas competentes para desarrollarse en la sociedad y lograr entrar a un sistema laboral futuro. De esta manera me tocó acompañara a la primera infancia y tuve la gran oportunidad de aprender muchísimo sobre una etapa de la vida fundamental en la formación de cualquier ser humano.

Sin duda mis años de experiencias fueron una escuela para todo lo que experimento hoy. Sin embargo, sentía que en este sistema educacional clásico, no lográbamos acompañar a ese ser humano a desarrollarse de manera integral y de una manera que tuviera sentido y marcara una diferencia. Todo educador y educadora lleva a cuestas una gran mochila de expectativas y exigencias que generalmente apuntan más al desarrollo cognitivo e intelectual de sus alumnas y alumnos. En esa búsqueda de sentido, me preguntaba si acaso al cumplir con esas exigencias, nos queda realmente el tiempo para acompañar el desarrollo integral de nuestros niños y niñas, ¿Qué tipo de personas necesita nuestra sociedad hoy en día? y ¿Qué tipo de educación es necesaria para la humanidad?

Para mí, una educación que de verdad marque la diferencia y tenga sentido, debe apuntar al desarrollo de seres integrales, seres felices, conscientes y conectados con otros y con la naturaleza. Hoy la filosofía de Escuela Bosque nos brinda una oportunidad magnífica de explorar nuevas formas de educar hacia esos objetivos. Primero, nos regala la oportunidad de volver a la naturaleza, a conectar con lo esencial y con nuestros pueblos de origen y reconectar con la Pachamama. Las bondades de la naturaleza nos proporcionan a todos y todas, un bienestar emocional constante. Es con ella y en ella donde logramos conectarnos con nosotros mismos y con otros seres de una manera respetuosa.

Luego, nos permite a los adultos, tener el tiempo, el espacio y la capacidad para acompañar a cada niño y niña en su desarrollo integral y transformar así la educación desde una mirada adulto céntrico, hacia una educación en la cual los niños y niñas son el centro y los protagonistas. En este caso el bosque se convierte en sí mismo en un espacio natural para el aprendizaje, la naturaleza es la sala de clase, es la maestra y el adulto solo acompaña, contiene y minimiza los riesgos.

«La escuela bosque nos brinda una oportunidad magnífica de explorar nuevas formas de educar hacia distintos objetivos», explica la autora.

© Espacio educativo Waiwén

Otro punto importante: Todo niño y niña tiene la necesidad natural de lograr resolver desafíos. Una característica de los entornos naturales es que están llenos de retos, lo que lleva a desarrollar la capacidad de manejar esos riegos (trepar un árbol, caminar por un sendero, tocar un insecto, etc.). Esto les permite solucionar problemas de la vida diaria, desarrollando autonomía y una autoestima positiva, para finalmente ser capaces de aplicar lo aprendido en distintos contextos de su vida. Así mismo el Aprendizaje Basado en Proyecto mantiene el interés por aprender y los prepara para auto gestionar su proceso de aprendizaje y sus vidas. Los adultos acompañamos entregando impulsos en el
ambiente que despiertan la curiosidad y guían el aprendizaje. 

PARA REFLEXIONAR

Algo que me moviliza y resuena con fuerza en mi espíritu, es que en el bosque no se destacan necesidades educativas especiales, pues tal como las plantas, cada ser es diferente al otro y como ellas, nosotros logramos coexistir en armonía y equilibrio. Así mismo se enfrentan los desafíos de cada niño y niña. Acompañando con respeto y delicadeza a cada familia y niño/a en su su maravilloso viaje de construcción personal.

Hoy tengo la posibilidad y el hermoso regalo de mirar cada día en profundidad la naturaleza y poder volver a ella. Este viaje ha sido sin duda uno de los desafíos más transformadores de mi vida, que ha removido mi forma de ver la educación y mi ser por completo. Desaprender lo que hemos aprendido por tanto tiempo y que creíamos era lo correcto, no es fácil, pero es una sensación hermosa, salir de ese capullo y volar en libertad y en conexión con lo que te hace sentido en lo más profundo de tu ser, es impagable. Reconozco con emoción y vivo día a día la maravillosa validación de que una educación amorosa y respetuosa es posible y que podemos acompañar a los niños y las niñas en su desarrollo intelectual, cognitivo, físico, emocional, personal, espiritual y social. Y aún más allá podemos proteger, convivir, cuidar y respetar la naturaleza.

Gracias Waiwén y a todos los adultos profesionales y amorosos que de manera colaborativa, buscan día a día una mejor educación para nuestros niños y nuestras niñas y luchan por visibilizar que una nueva educación es posible y es necesaria para los nuevos tiempos. Los y las invito a visibilizar prácticas positivas de Educación en la Naturaleza y a conocer con mentes abiertas y ojos sabios los espacios que están apostando por una nueva educación. Atrevámonos a co-construir la nueva sociedad que queremos, a cambiar los paradigmas y a ser parte del cambio. Tengamos fe en la humanidad, seamos testigos de que el espíritu humano en conexión con la naturaleza es poderoso y puede con todo.”

Por Jimena Mayorga

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor. Fundación CIFREP.


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